D. Francisco Díaz Fernández ya construía en el s. XIX pequeñas embarcaciones dedicadas a la pesca de litoral.
Desde entonces, este astillero ha ido creciendo y se ha convertido en lo que es hoy: cien años de singladura con más de quinientos buques, cientos de retos y miles de historias.
Y seguimos navegando.
Francisco Díaz Fernández nació en 1855 en una pequeña aldea de Lugo llamada Gondán, población que le serviría de apodo en los años venideros.
Siendo muy joven, casi un niño, comenzó a trabajar como aprendiz de carpintero de ribera de La Linera, en Castropol. En su carpintería naval se botaba una parte importante de la flota mercante asturiana de la época.
Años más tarde, tras cumplir el servicio militar, emigró a Montevideo, Uruguay. Allí vivió hasta 1886 cuando, con treinta y un años y quince mil pesetas en el bolsillo, decidió volver a España.
Al llegar, se instaló en la casería de Berbesa y comenzó a hacer lo que sabía: construir y reparar barcos. Con eso, a duras penas lograba mantener a su familia.

“Gondán” con su mujer y cuatro de sus hijos en Berbesa

Carpintería de ribera en La Linera
Francisco Díaz Martínez, el séptimo de los once hijos que tuvo, comenzó de muy pequeño a trabajar en las labores del campo, pero a los ocho años se incorporó al taller de ribera de su padre.
Enseguida se valoró la destreza del pequeño Francisco, cobrando dos pesetas por una jornada de diez horas.
En 1919, Francisco Díaz Martínez, con escasas cuarenta pesetas a las que ascendía el pasaje, partió rumbo a Buenos Aires.
Transcurrieron varios años de dificultades hasta que su tío Evaristo le ayudó a incorporarse al arsenal militar de Puerto Belgrano. A pesar de contar solo con diecisiete años, logró el cargo de oficial carpintero, lo que demostraba el alto nivel profesional que había adquirido con su padre.
Todo iba viento en popa. Sin embargo, pasados ocho meses, un problema de salud le obligó a regresar a España. Francisco siempre atribuyó su curación a la comida y el aire del mar en este viaje de vuelta.

La familia Gondán en Berbesa

Carpintería de ribera en La Linera
En 1917, gracias a la unión de tres empresarios de la zona, se construye en La Linera el primer barco a vapor: el Astur Galaico. Dos años después, se construyó el Industrial, uno de los últimos grandes veleros mercantes fabricados en la ría del Eo, que hubo quien describió como una “catedral de madera”.
Hacia 1923, unos armadores de Rinlo (Ribadeo, Lugo) propusieron a Francisco “Gondán” padre que instalase un motor de fabricación estadounidense en una de sus traineras. Lo complejo de la operación hizo que rechazase la oferta. Sin embargo, Gondán hijo lo estudió con atención y les propuso una solución satisfactoria.
La idea de motorizar una embarcación de pesca supuso un hito clave en el sector e incrementó el prestigio del joven Francisco.
También amplió el volumen de trabajo, por lo que se hizo urgente la ampliación de la capacidad del astillero. Fue entonces cuando decidió hacerse con un solar en la desembocadura del río Santiago, en Figueras (Castropol), que tenía un muelle en rampa y un gran calado. Allí acometió la construcción del nuevo astillero.

Botadura de las primeras embarcaciones en los años 30.
En la proa, Amador Fernández Mejeras, cronista de la época.

Carpintería de ribera en La Linera
Con el objetivo de obtener financiación para el proyecto del astillero, Francisco puso en marcha una estrategia comercial: presentó a las cofradías de pescadores del norte de España el diseño del nuevo buque pesquero que él mismo había concebido, bajo la promesa de que “navega más rápido con el viento en contra que con él a favor”. Este eslógan suscitó gran interés y recibió numerosos encargos, lo que le permitió reunir los recursos necesarios para afrontar la inversión del astillero.

Francisco, a la izquierda, en 1925, el año de la fundación del astillero

Francisco “Gondán” hijo y su esposa Josefina

Embarcación de madera

Trabajadores del astillero
Durante los primeros años, Astilleros Gondán se centró en la construcción de barcos pesqueros y de recreo en madera. El progresivo incremento de pedidos conllevó la necesidad de aumentar los recursos materiales y humanos, pero se establecieron dos condiciones innegociables a la hora de escoger los compromisos: calidad y rapidez.
El estallido de la Guerra Civil (1936-1939) ralentizó la actividad, aunque no se interrumpió.
Durante los años 40, se adquirieron terrenos y maquinaria y se ampliaron las instalaciones, lo que permitió incrementar su capacidad de producción.

Grada y casco de un buque en construcción

Botadura del Rosalina. El cura le da la bendición ante miembros de la familia

El Sarita Díaz

El Porfirio Díaz

El Ciclamen, con María José Platero, nieta de Gondán

Fina, hija de Gondán, madrina en una botadura

El Begonia
En 1960, Francisco Díaz Madarro, segundo hijo de don Francisco e ingeniero naval, asumió la dirección del astillero. Comenzaba así una nueva época marcada por el crecimiento y la modernización, especialmente con la incorporación de materiales como el acero al casco de los buques.
A finales de la década de los 60 se construyó una serie continuada de barcos en acero. El primero de ellos fue el Monte Hacho; el último, en 1969, el Segundo Río Sil.

Fotograma de la película “Con la vida hicieron fuego”, dirigida por Ana Mariscal en 1957,
donde aparece una botadura en el astillero.

El Segundo Río Sil
Las botaduras constituían un gran reto técnico y todo un acontecimiento social. El barco debía apoyarse en tres puntos: uno en la quilla y los otros en los dos pantoques. Tres largos tablones en el suelo eran impregnados con sebo caliente para permitir el deslizamiento del casco. El barco era bendecido por un cura y, con el buque ya en el agua, todos disfrutaban de un ágape con empanadas y vino.

Uno de la serie de buques ramperos construidos para CIEISA. Proyectados por la ingeniería
Sener, fueron los primeros que montaron hélices de palas orientables en este astillero.
La madera fue cediendo protagonismo al acero y a procedimientos novedosos como la soldadura autógena y oxicorte. Esto también requirió la creación de una oficina técnica para la elaboración de estudios, seguimiento de proyectos, confección de presupuestos y otros muchos trabajos.
En los años 60, el acero, con mejores prestaciones en cuanto a resistencia y seguridad, relegó por completo a la madera. Los caldereros y soldadores sustituyeron a los calafates y carpinteros de ribera, y se fueron incorporando grúas y otros equipamientos.
Se realizaron varias ampliaciones y mejoras, entre ellas dos rampas-varadero para limpieza, mantenimiento y pintado, dos gradas de construcción y un espigón.
A finales de la década, el momento de pujanza económica y desarrollo industrial motivó el alto nivel de producción y actividad de Astilleros Gondán.
TESTIMONIOS
Los años 70 comenzaron con los buenos resultados de la década anterior, llegando a construirse noventa buques, todos ellos arrastreros de popa redonda.

El Ana María Gandón (1973), fue el primero de los pesqueros de arrastre con rampa en
popa o “ramperos”

Botadura del Vaka, un pesquero para Islandia, de tipo nórdico, totalmente distinto a los
arrastreros españoles. Un éxito técnico que abriría las puertas del mercado nórdico.
Es a principios de los 80 cuando sobrevino una importante crisis que afectó a la pesca, a la industria y a las finanzas que inició un proceso de reconversión. Fue una época de transición política en España y se sufrieron años difíciles.
GONDAN y otros astilleros españoles supieron adaptarse a la situación gracias a una doble estrategia: la diferenciación, especializándose en barcos de alto nivel tecnológico y valor añadido, y la exportación, con la apertura a mercados internacionales como Argentina, México, Senegal, Angola, Gabón, Argelia o Irak.
La construcción de barcos de pesca de arrastre por popa despegó nuevamente, con buques cada vez más grandes y sofisticados.
Una crisis pesquera en el país en los años 90 obligó, de nuevo, a buscar mercados lejos de nuestras fronteras. Se consiguieron contratos y se afianzaron buenas relaciones comerciales en Alemania, Islandia, Grecia, Kenia, Nueva Zelanda y Noruega, entre otros.
En la actualidad, la industria naval española constituye un referente internacional en términos de calidad, excelencia tecnológica e innovación, siendo una de sus principales características su alto nivel de internacionalización. El éxito de la reconversión experimentada por el sector se debe, indiscutiblemente, a la reorientación estratégica, el esfuerzo inversor y el desarrollo tecnológico, reforzado también por un impulso institucional.

Entrega en 1993 de Tana y Galana, doslanchas de desembarco para la Kenia Navy.

Una fatídica noche del año 1978, a causa de un cortocircuito, se originó un voraz incendio que en pocos minutos acabó con documentos, planos, maquinaria y stock de materiales. Los muros de los edificios, seriamente dañados por el fuego, tuvieron que ser demolidos.
Francisco, haciendo gala de su carácter y a pesar de sus ya 75 años, no tardó ni un día en estar trazando sobre el terreno el diseño del nuevo edificio.
TESTIMONIOS
Si echamos la vista atrás con perspectiva, podemos observar con orgullo que una pequeña empresa familiar, en un entorno eminentemente rural, se ha convertido en un referente a nivel mundial.
En 1987, Alvaro Platero Díaz –nieto del fundador, don Francisco Díaz Martínez, “Gondán”– se incorpora a la empresa y comienza a asumir progresivamente mayores responsabilidades.
Cuando en 1995 muere don Francisco, deja en manos de Alvaro una empresa solvente y con una plantilla muy cualificada, pero con instalaciones y equipamientos obsoletos. Platero, ya como presidente, director general y accionista mayoritario, se enfrenta a un doble objetivo: la modernización de todos los aspectos de la empresa (materiales, humanos, estratégicos y organizativos) y la expansión en el mercado internacional.

Alvaro Platero cede la palabra a su abuelo don Francisco, en el acto de
botadura del Vaka (1990)

Alvaro Platero en el astillero
GONDAN se convirtió en un astillero especializado en la construcción de buques tecnológicamente complejos y soluciones “llave en mano”, con una fórmula de fabricación propia que permite alcanzar niveles más altos de calidad y especialización, minimizando errores y asegurando plazos de entrega.
Esta modernización se plasmó en múltiples inversiones y mejoras:


La División de Fibra nace en 2009 como respuesta al interés del mercado por un sistema que permite gran flexibilidad y tiene importantes ventajas en cuanto a confort, coste y agilidad de producción.
En 1987, Alvaro Platero Díaz –nieto del fundador, don Francisco Díaz Martínez, “Gondán”– se incorpora a la empresa y comienza a asumir progresivamente mayores responsabilidades.
Esta división orienta su actividad a la construcción de barcos de pasaje y barcos rápidos fabricados en diferentes resinas y tipos de fibra (vidrio, carbono o Kevlar, entre otros). Esta actividad se realiza mediante un proceso manual llevado a cabo por laminadores expertos, formados por la propia empresa.

Instalaciones de la División Fibra en el Muelle de Vegadeo

Trabajos de corte, laminación y pintura

Patrullera Río Águeda

Catamarán Krilo Lux
GONDAN posee en el muelle de Vegadeo varias instalaciones para llevar a cabo barcos de hasta 40 metros de largo y 14 de manga. Contamos con aproximadamente 6.000 m2 de espacios cubiertos, de los cuales casi la mitad están regulados térmicamente para garantizar la temperatura y humedad idóneas en los trabajos de laminación.

Estamos de aniversario: ¡cumplimos 100 años! Pocas empresas en el mundo pueden presumir de semejante trayectoria.
Son ya más de 400 buques, cientos de retos y miles de historias las que hemos vivido desde que Francisco Díaz Martínez fundara Astilleros Gondan SA allá por 1925. Y seguimos creciendo, adaptándonos a las necesidades de un mundo cambiante y preparándonos con ilusión para los nuevos desafíos que nos depara el futuro.


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